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Torre de Babel Ediciones

El Talmud

EL TALMUD

A fines del segundo siglo de la era cristiana los Hebreos empezaron casi a desesperar de su restablecimiento en la Tierra Santa. Después de la destrucción de su templo y su ciudad, estuvieron esperando por mucho tiempo la aparición del Mesías bajo la única forma en que querían reconocerle, es decir, como un libertador temporal y como un rey victorioso y vengador, y llegaron a creer que esto debía suceder en aquel tiempo, fortificando su creencia con las profecías que después supieron interpretar de otro modo. Habiendo rechazado a aquél en quien residían los caracteres de verdadero Mesías, pero que carecía del atributo que la preocupación nacional anteponía a todos, se vieron obligados a buscar otro, y Barcochebas (hijo de la estrella) pareció en un principio satisfacer todos sus deseos. Exageraron sus victorias, se unieron a él con una obstinación que produjo actos de valor dignos de mejor causa, y proclamaron que era el astro de Jacob, el cetro de Israel y el destinado a cumplir la predicción forzada de Balaam, a despedazar los cuernos de Moab y a destruir a los hijos degenerados de Set. La espada de los Romanos desvaneció rápidamente estas visiones, y Adriano probó a los Judíos con leyes opresivas y severos castigos que no quería ningún Mesías temporal en sus dominios. Después de haberlos derrotado, pasó a cuchillo un gran número, cubrió de ignominia y desterró de la Judea a los que sobrevivieron, los persiguió por todas partes é insultó su religión, levantando altares a las deidades paganas en el mismo sitio en que había estado el tabernáculo. Así aquel Adriano a quien los historiadores romanos pintan como un emperador compasivo al mismo tiempo que severo (severus, mitis, sævus, clemens), en los anales judaicos es un monstruo sin virtudes, el demonio de la crueldad en forma humana.

Esta persecución de Adriano parece que destruyó o a lo menos suspendió las escuelas hebraicas que se habían conservado desde los tiempos de Esdras. Akiba, el mas docto entre los Rabinos y presidente de estas escuelas, fue uno de los que más trabajaron en esta loca sublevación de Barcochevas, aunque tenía entonces, según dicen, ciento veinte años. Reconoció públicamente al impostor por Mesías y le sirvió en clase de escudero, hasta que habiendo caído prisionero, fue muerto entre horribles tormentos, que sufrió con un valor admirable, mostrándose tan exacto observador de las ceremonias de su religión, que repitió su última oración bajo los cuchillos de sus verdugos, y sus biógrafos indican la palabra que le impidió acabar la muerte. Pocos mártires son tan reverenciados por sus compatriotas como Akiba: los Rabinos ponderaron su extraordinario saber hasta el punto de decir que poseía setenta idiomas: hacen subir su genealogía hasta Sisara, general cananéo del rey Jabín, y le suponen casado con la viuda de un general romano. Las anécdotas de su vida llenarían un grueso volumen, y mucho tiempo después de su muerte se enseñaba con dolor su tumba cerca del lago de Tiberiade, donde fue sepultado con veinte y cuatro mil discípulos suyos. Murió en el año 135 de Cristo, y con su muerte, como dice la Misna, pereció la gloria de la ley. Su valor, su ciencia y su entusiasmo por la patria han hecho que se le perdone haber reconocido a un falso Mesías, y ¡cosa extraña! en este error se funda Maimónides para probar que el Mesías aun no ha venido.

Los Rabinos observaron que el mismo día en que murió Akiba, el mayor y último entre los doctores de la ley oral, vino al mundo el rabino Judas, cuyas obras debían llenar el vacío que habían dejado dichos doctores. Unas veces le llaman Anassi, es decir, príncipe, por el grado literario o político que ocupó entre sus conciudadanos, y otras Akadosh, esto es, santo, por la santidad de su vida, de la que se refieren cosas extrañas. Floreció en tiempo de Antonino Pió, Marco Aurelio y Cómodo, con el último de los cuales tuvo un gran valimiento. Pero no podemos creer lo que se lee en el Ehn-Israel, acerca de que el primero de dichos emperadores se hizo circuncidar por él. «Judas, dice Maimónides, viendo disminuirse el número de sus discípulos, crecer las dificultades y los peligros, y extenderse por el mundo el reino de Satanás (Maimónides alude a los progresos que hacia el cristianismo), mientras que el pueblo de Israel era confinado a lo último del mundo, reunió las tradiciones que convenía difundir para que no cayesen en olvido.» De esto se deduce bien claramente que lo que indujo a Judas a formar su compilación fue el estado miserable a que había llegado la causa israelítica. La imperial Roma reinaba tranquilamente sobre todas sus conquistas, y viviendo Judas en la corte de los emperadores, pudo convencerse fácilmente de que solo un milagro podía aniquilar su poder. Por consiguiente previendo una prolongación indefinida de la esclavitud del pueblo hebreo, pensó en conservar las tradiciones que éste veneraba tanto como la Biblia, y que se hubieran perdido al fin si se hubiesen abandonado a la tradición oral de los doctores dispersos de una raza proscrita. No era, pues, tiempo de practicar el precepto que decía: «No permitáis que se confíen a la escritura las cosas aprendidas de viva voz;» porque mejor es perder un miembro que todo el cuerpo. Judas se justificó con aquel pasaje del salmo 119: Cuando hay que trabajar por Dios, se quebrantan todas las leyes. Consagró muchos años a reunir los materiales de un trabajo tan grande, dirigiéndose a todos los Rabinos diseminados por el mundo, y le publicó en el año 490 de Cristo y 14 del reinado de Cómodo, con el título de Misna, que quiere decir ley secundaria. Los Griegos le llamaron δευτερωσις, como si la Misna fuese respecto de la Biblia lo que el Deuteronomio respecto de los demás libros del Pentateuco.

Esta obra se esparció y comentó en breve tiempo por todas las escuelas judaicas de la Palestina, de Babilonia y de otros puntos. De este modo las glosas superaron pronto al texto y fueron llamadas Gemara, voz que en caldeo targúmico significa cumplimiento. La Misna y la Gemara juntas forman el Talmud, que es como si dijéramos el doctrinal. Hay dos libros con el nombre de Talmud, el de Jerusalén y el de Babilonia, denominados así de las escuelas que los redactaron. El primero fue formado por el rabino Jochonai que vivió desde el año 484 al de 279: el otro fue empezado por el rabino Asche que murió en 427, y completado por el rabino José 75 años después. Algunas de estas fechas parecen demasiado antiguas.

El Talmud de Babilonia es mucho más famoso y completo, y fue tres siglos posterior al otro. Además los doctores babilonios eran gente de nombradía, y las escuelas de Palestina se hallaban ya en decadencia, mientras que las otras florecieron hasta el siglo XII: sin embargo (como De Rossi advierte en su Diccionario histórico, tom. I, pág. 174), el Talmud de Jerusalén debe estimarse mas por estar mas exento de inepcias y ser mas útil a la ilustración de las antigüedades sagradas. Lo mismo pensaba Prideaux. El estilo de la Misna es mas puro y mas bíblico que el de la Gemara: el de Jerusalén es a menudo oscuro, el babilónico está lleno de palabras y frases extranjeras. El Talmud de Jerusalén forma un volumen en folio, el Babilonio forma diez.

Si la ley ritual de Moisés abunda en ceremonias y observancias minuciosas con el fin de hacer a los Hebreos una nación distinta de todas las demás, no es de extrañar que las tradiciones nacidas entre la promulgación de la ley y la publicación del Talmud sean aun mas minuciosas en sus reglas y estén aplicadas a un número mayor de prácticas, de las cuales algunas son bastante frívolas y aun ridículas. Pero a pesar de las objeciones que puedan hacerse a este código rabínico, pocas obras son tan dignas de la atención del anticuario, del filósofo, del historiador filósofo y del teólogo.

El Talmud es un cuadro curioso de la existencia moral y de las costumbres del pueblo más singular que ha habido nunca, bajo la influencia de circunstancias también singulares. Buxtorf, autoridad respetable, ve en el Talmud una enciclopedia completa: ninguna obra fue tan alabada, ni tan criticada, ni dio más motivos de censura a los Cristianos. Según parece fue proscripta legalmente por los emperadores de Constantinopla; Gregorio XI en 1230, e Inocencio IV en 1244 la condenaron al fuego: ejemplos que siguió el antipapa Benedicto XIII, quien fulminó una bula contra el Talmud en 1415, como causa del obcecamiento de los Judíos y obra de los hijos del diablo. En 1554 Julio III mandó quemar en Italia todos los ejemplares del Talmud que se pudieran recoger; mas estos fueron pocos, porque los Judíos los escondieron, llevándolos principalmente a Cremona, donde vivía un gran número de ellos. Por esto a principios del año 1559 Pió IV envió a Sixto de Sena para que los recogiese, y según su relación, que podemos creer exagerada, llegó a arrojar al fuego doce mil ejemplares, que componían lo menos ciento cuarenta y cuatro mil volúmenes. En 1593 Clemente VIII renovó esta guerra contra el código de las tradiciones rabínicas, encargando a los inquisidores de Italia que recogiesen los ejemplares.

No experimentaba el Talmud menos persecuciones en otros puntos. Algunos años antes de la Reforma, Pleffercorn, judío convertido, denunció al emperador Maximiliano muchos libros judaicos de todas clases. Es bien sabida la cuestión que de aquí se originó, y con qué buen éxito defendió Reuclino el Talmud de las llamas que le amenazaban en Alemania y en Italia. Esto llamó la atención de los doctos sobre la literatura de los Hebreos, y dio ocasión a las Epístolæ obscurorum virorum, de las que tantos han tomado a mansalva cuanto les ha parecido conveniente.

Desde el año 1290 no se permitía a los Judíos residir en Inglaterra, en donde pocos libros de éstos se habían libertado del fuego al tiempo de la persecución contra el Talmud. A instancias de Manases ben-Israel, Cromwell los consintió volver; mas el descontento que con este motivo se manifestó en dicha nación, hizo ver que cuatro siglos no habían bastado a extinguir en los Ingleses el odio contra los Hebreos. Cromwell fue acusado de ser tenido por el Mesías entre los hijos de Israel, y la visita que un rabino viajero hizo a Cambridge con el pretexto de buscar manuscritos hebreos, dicen que tuvo por único objeto hacer subir la genealogía del lord Protector hasta David.

La persecución del Talmud contribuyó a hacerle más sagrado a los Rabinos, quienes no hay elogio que no le prodiguen. Sin darle la alta importancia que suelen darle los más, un rabino moderno, Mr. Hurwitz, atribuye la apostasía de muchos judíos al olvido de estos libros sagrados. Para él las ficciones de la cabala no sólo son un tesoro de poesía, sino también de moral alegórica. Considerando únicamente el Talmud bajo el aspecto literario, desearíamos que se hiciese una colección de las leyendas contenidas en este repertorio de la ciencia rabínica. Algunos críticos pedantes vilipendiaron el Talmud por estas leyendas, que al parecer dan a toda la obra un carácter de frivolidad; pero olvidaron el origen oriental de este voluminoso comentario de la Biblia, y que ha sido siempre propio de los pueblos orientales el mezclar los cuentos con las materias mas graves.

Los Israelitas llaman a la misma Tora sebenal pe, ley de viva voz, ley oral, a distinción de la Biblia, a la que denominan Tora sebictar, ley escrita; siendo de fe para los Hebreos que Dios dio a Moisés las dos leyes, prohibiéndole escribir la oral, que incluía la interpretación y las aplicaciones de la escrita. Cuando la oral por las razones referidas, se fijó en el papel, no destruyó la Biblia, sino que se apoyó siempre en día; mas como el transcurso de los tiempos y lo variable de los hombres pueden haber ocasionado algunas dudas, tiende a aclararlas, apoyándose en cinco puntos:

1.° las explicaciones tradicionales; de las cuales se hallan algunos vestigios en la Biblia, y que basta un solo raciocinio para encontrarlas sin dificultad;

2.° el derecho dictado por Moisés, sobre el cual no hay que hacer ningún raciocinio;

3.° el derecho que se deduce de la ley escrita por medio de raciocinios que no suministra la tradición, por lo que podía nacer divergencia de opiniones entre los doctores acerca de la interpretación de los testimonios, y así era necesario recoger los diversos pareceres y deducir el mas probable entre ellos, desembarazandola de los sofismas de los discípulos mezquinos de maestros insignes;

4.°los decretos dados por los profetas y por los hombres eminentes de todos los siglos para complemento de la ley. Llaman complemento de la ley lo que en ella no es de absoluta necesidad, sino que emanó de los personajes más insignes para impedir la tibieza de la fe y el relajamiento de la moral que se habían introducido en las creencias israelíticas;

5.° finalmente, los medios convencionales establecidos entre los hombres y dirigidos a elevar el espíritu. reprimir las pasiones y encaminarlas a un fin mas sublime.

En estos puntos, pues, se apoya la Misna, la cual se divide en seis partes principales, o sean seder, esto es, órdenes:

I. Seder. Zerahim, simientes

A. Berachod, bendiciones: contiene las bendiciones que deben darse a Dios por los frutos de la tierra, los alimentos, el agua, el vino, y por habernos librado de una desgracia, y reglas para las oraciones diarias.

B. Pea, pedazo: de la obligación de dejar en el campo un pedazo sin segar, a fin de que los pobres puedan hallar en él con qué satisfacer sus necesidades.

C. Demhai, dudas: sobre los diezmos que deben darse al Señor, y sobre las cosas no sujetas a él, o que es dudoso si lo están o no.

D. Chilhaim, heterogéneos: particularidades de las simientes que no se pueden mezclar entre sí, y de los paños tejidos de lino y lana.

E. Sevihid, séptima: deberes que impone el año sabático, en el cual no se podía sembrar.

F. Terumod, oblaciones: ofrendas hechas a los sacerdotes, ritos, etc.

G. Mahasrod: diezmos que se daban a los Levitas.

B. Mahasser cheni (1): segundo diezmo que se daba a los sacerdotes y se consumía solo en Jerusalén.

I. Halah, pasta: un pedazo de pasta o masa que las mujeres estaban obligadas a ofrecer al sacrificador, como una porción de todo el pan.

L. Ñoril, prepucio. Siendo los árboles cosas profanas, los tres primeros años de vegetación estaba prohibida su fruta: ley a propósito para hacerlos vigorosos.

M. Bichurim, primicias que debían llevarse al templo y ofrecerse a Dios para consagrar toda la cosecha".

II. Seder. Mohed, solemnidades

A. Sabath, sábado: solemnidad de este día, modo de celebrarle, iluminación, hogueras, y cuanto puede hacerle agradable; trabajos prohibidos, castigos para los que los practicaban y sacrificios que debían hacer los que los ejecutasen inadvertidamente.

B. Ñiruvin, mezclas. Qué cosas pueden mezclarse en el sábado por medicina, recreo o necesidad, como alimentos y bebidas; paseos permitidos e ilícitos; prohibición de treinta y nueve oficios principales y sus derivados; obligación de que no solo descanse el cuerpo, sino también el alma, y ceremonias que deben practicarse para declarar que dos lugares no son más que uno, y poder transportar así alguna cosa sin violar el sábado.

C. Pessah, pascua: ritos, preces, sacrificios, solemnidad de tales fiestas, y rigor para evitar el uso del pan fermentado.

D. Sekatim, siclos, que cada hombre particular debía dar anualmente para los sacrificios diarios y otros gastos sagrados. A principios de febrero se anunciaba este pago y debía quedar satisfecho a fines de mayo.

E. Joma, día: la fiesta de las expiaciones, día del juicio, que debía pasarse en penitencias, meditaciones morales y elevando el alma a Dios con ceremonias augustas que verificaba el sumo pontífice.

F. Sueca, cabaña: fiesta de los Tabernáculos; se discute si pueden servir para la sagrada ceremonia los que están fijos en el suelo, o si deben formarse con hojas: también se trata de las bendiciones, sacrificios, solemnidades, y de la presentación de todo varón en el templo.

G. Betza; huevos: de los seres nacidos y de las frutas cogidas en día festivo, si se permite su uso a los Israelitas en dichas fiestas, y qué diferencia hay entre el sábado y las demás solemnidades.

H. Ross ashsana, principio de año civil: pensamientos místicos sobre la predestinación para todo el año, sobre un juicio divino que empieza para todos los hombres, y sobre el tiempo de la creación del mundo: sonidos místicos de la trompa que ponen en fuga al espíritu del mal, a la mala propensión (jesser arangh). El principio del año sagrado era el primer día de la Pascua.

I. Tahaniot, ayunos: cuándo y con qué fin se establecieron: formalidades, observancias, limosnas, penitencias, compunción.

L. Mohed-eatan, pequeña solemnidad: días de media fiesta después de uno muy solemne: así después del primer día de Pascua suceden siete de menor solemnidad, y después de la fiesta de los Tabernáculos había días feriados, pero no de tanta santidad, y se permitían en ellos algunos trabajos prohibidos en las solemnidades.

M. Haghigá. Fiesta del orden del Señor. Aquí se explica la ley que ordena a Israel prestar homenaje a Dios en su templo de Jerusalén tres veces al año, a saber, en la Pascua, en Pentecostés y en la fiesta de los Tabernáculos. Estaban exceptuados de esto los sordos, los ciegos, los cojos y varias clases de personas, si bien nacían de aquí algunos escrúpulos de conciencia.

III. Seder. Nassim, mujeres

A. Jevamot, levirato: derecho que tiene la mujer de casarse con el cuñado, cuando el marido la ha dejado viuda sin hijos, y formalidades que deben usarse en este caso.

B. Chedubot, cosas escritas: esto es, escrituras de matrimonio, dote, deberes de los casados.

C. Kiduschim, de las palabras de casamiento y de los esponsales.

D. Ghittin, divorcios: modo de extender los escritos de divorcio y otras formalidades necesarias.

E. Nedarim, votos: cuales son obligatorios y cuáles no.

F. Nazirut, nazareado: deberes de los Nazarenos, esto es, de los hombres que deben vivir separados de los demás v absteniéndose del vino.

G. Sota, perversidad. Es la prueba del agua de los celos, que se hacia en la mujer acusada de adulterio.

IV. Seder. Nozikin, daños

A. Bavákamá, primera puerta: daños causados por animales u hombres, juicios sobre estos, compensaciones, etc.

B. Bavá metzihah, puerta del medio: depósitos, usuras, ropa encontrada, derechos, deberes, castigos.

C. Bavá batrah, última puerta: contratos de ventas y compras.

D. Sanhedrin, congreso: derechos del gran consejo, deberes, legislación, juicios civiles y criminales.

E. Macot, azotes: los cuarenta azotes que se daban a los que no eran reos de muerte: varios delitos a que correspondía este castigo, procesos, etc.

F. Sevuhot, juramento: su naturaleza y personas que pueden prestarle o no.

G. Nehdujot, testimonios: cómo se deben examinar los testigos y aceptar sus deposiciones.

H. Navodá zará, servicio extraño, esto es idolatría: errores y peligros de ésta y conducta de los Israelitas con los idólatras.

I. Pirkè avot, máximas de los padres, que conservaron la tradición oral de Moisés en este mundo. Tratado lleno de máximas de moral.

V. Seder, Codaschim, santidad

A. Zevahim, sacrificios: tiempo, lugar, personas que deben ofrecerlos.

B. Menahot, presentes: esto es, oblaciones para los sacrificios, como aceites, olívano y flor e harina. 

C. Holin, profanos: ritos para degollar los animales que han de servir para el uso doméstico; animales puros e impuros; liturgia para observar los pulmones de los cuadrúpedos, las fracturas en los bípedos y cuadrúpedos, etc.

D. Becorot, primogénitos: entre los animales consagrados a Dios, cuáles debían ser rescatados y rescate de los primogénitos de los hombres.

E. Nherachim, aprecio de los objetos que se ofrecen por voto o se consagran a Dios.

F. Temurá, cambio o sustitución de sacrificios; cuando se sustituye una víctima por otra.

G. Cheritut, muerte del alma: treinta y seis pecados que la ocasionan; casos de conciencia.

H. Megnilá, errores y pecados cometidos al hacer los sacrificios.

I. Tamid, sacrificio perpetuo: dos corderitos que se degollaban, uno todas las mañanas y otro todas las tardes.

L. Kinin nidim, ritos para los sacrificios de las recién paridas y su purificación.

M. Midod, dimensiones del templo, de sus compartimentos y adornos arquitectónicos. Todo esto se halla determinado según la inmovilidad orienta para usar las mismas dimensiones al fabricar otro. Probablemente el segundo templo era igual al primero, excepto las fortalezas.

VI. Seder. Taarot, purificaciones

A. Mikvaot, receptáculos: vasos puros e impuros, lavaderos, vestidos con sus diversos tejidos, y modo de purificarlos, cuando están contaminados.

B. Nida, catamenios.

C. Jadaim, manos y sus purificaciones.

D. Oalim, tiendas: sus impurezas y purificaciones.

E. Negaghim, heridas puras e impuras, visitas del sacerdote, purificaciones y sacrificios por ellas.

F. Parà, ternera rubia, con cuyas cenizas se purificaba el que había tocado un cadáver.

G. Taarot, purificaciones para quitar otras impurezas contraídas.

H. Machsirin, que vuelven lícito: esto es casos de conciencia para la purificación.

I. Zavin, los que padecen polución involuntaria y gonorrea.

L. Tevul jom, lavado en el día: ritos de los que, por impureza, tienen que lavarse en el mismo día; obligaciones de éstos.

M. Gnochetzim, frutas comidas de gusanos, que pueden contaminar a otras con su contacto.

Los sesenta y dos capítulos de los seis órdenes se subdividen en quinientos veinte y cuatro.

Así como la Misna es el texto de la ley oral, la Gemara es su comentario, incluyendo la lógica, las varias opiniones en pro y en contra, los dictámenes de las diferentes escuelas, las pruebas y los testimonios que los apoyan. Mas para entenderla bien se necesita saber a fondo el hebreo y estar versado en los estudios filosóficos en atención a la mezcla de dialectos que se halla en ella. Paulo Fagio en la Epístola nuncapatoria ad tractatum Sap. patrum, dice:

 «Cum vero, in omnibus linguis jucundæe admodum et gratæ sunt sapientum breves sententiæ lingua hebraica eæ, meo judicio, omoium gratissimæ esse debent, eo quod quæ ex ea lingua proveniunt, singularem quandam sanctitatem spirare videntur: quod nimirium ab eo proficiscitur, quod in ea primum omnium divina oracula, cœlestique illa sapientia hominibus commendata fait. Undeet Hebræorum sapientum sententiæ a profanis in hoc differunt, quod non tantum quæ ad politicam, sed et quæ ad theologicam vitam spectant, pulchre docent.»

En la Narración hemos expuesto varias máximas de estas.

A fin de comentar la ley escrita el rabino Ismael ofrece estas trece formas:

1.ª del argumento mayoral menor y viceversa;

2.ª de condiciones iguales;

3.ª de un versículo que explica otro en la misma materia o de dos versículos que se dirigen al mismo fin;

4.ª de lo universal a lo particular;

5.ª de lo particular a lo universal;

6.ª de lo universal a lo particular no se debe juzgar sino con arreglo a lo particular;

7.ª de una dicción universal que necesita otra particular, y de una particular que necesita otra universal;

8.ª cualquiera dicción que esté incluida en otra universal, y salga de la universal para enseñar nuevas distinciones, no se debe aplicar a una cosa sola, sino a todas las que están incluidas en la universal;

9.ª cualquiera dicción que estando en la universal, sale de ella para dar razón de una cosa de la misma materia, esta salida favorece y no perjudica;

10.ª la dicción eme estando en la proposición universal; sale de ella para dar razón de otra cosa que no es de la misma especie, esta salida sirve para favorecer y perjudicar;

11.ª la dicción que estando en la universal, sale de ella para juzgar cualquier artículo nuevo, no se puede citar como prueba de la universal, mientras la escritura no la exponga con claridad;

12.ª una cosa que puede tomarse de su mismo asunto y otra que se toma solamente del fin;

13.ª dos versos que se contradicen uno a otro, se explican por medio de un tercero que los concilia entre sí.

Todo capítulo de la Misna empieza ordinariamente o con el nombre del doctor que profirió aquella sentencia, o con la palabra targúmica tana, esto es insignia, sentencia. La palabra inicial del Talmud propio suele ser amri, dicen.

Además de la Misna v la Gemara entra en el texto talmúdico la Baryda, esto es, de afuera. Debe saberse que cuando se componía el Talmud , algunos doctores y al frente de ellos el rabino Isaac, después de haber tratado en la junta general las cuestiones teológicas, salían de ella para discutir fuera con mas extensión los mismos puntos y lo que resultaba de sus debates se llamaba Baryda; por esto cada punto de dicho libro empieza con la voz Baryda o Savri, esto es, creen.

Los rabinos que tuvieron parte en la composición del Talmud, eran de cuatro clases: Tanaim, Mísnicos; Emorain, Narradores; Talmúdicos o Sevorae, y creyentes o de la Baryda

Hay una secta que no cree las tradiciones talmúdicas y que quiere hacer consistir el hebraísmo en la interpretación libre de la Biblia: los que la siguen se llaman Carain, Literales, en tanto que los otros se denominan Rabbanín, Rabínicos.

El que ordenó y dio claridad a la teología talmúdica fue Maimónides, filosofando científicamente sobre sus creencias, del mismo modo que hizo en la religión cristiana Santo Tomás de Aquino.

Además de los dogmas y disciplina, contiene el Talmud un gran número de cuestiones de física , medicina, historia, astronomía, astrología judiciaria y geografía. Algunos pensaron en desembarazarle de éstas: el rabino Alfessi de Fez entresacó toda la parte ritual y dogmática, y el rabino Cavir, español, en el Ehn-Israel (ojo de Israel) reunió la filosófica, moral y científica.

Como en otro lugar hemos expuesto las tradiciones orientales sobre Alejandro Magno (2), referiremos a continuación una fábula talmúdica relativa a él, porque siendo de belleza notable, confirmará lo que hemos dicho sobre el mérito literario de los libros hebreos.

Leyenda de Alejandro el Grande

Siguiendo Alejandro su camino por medio de desiertos estériles y de terrenos incultos, llegó a un arroyuelo cuyas aguas corrían apacibles entre dos amenas riberas. Su superficie no estando turbada por el menor viento, era la imagen de la tranquilidad, y parecía decir mudamente: Esta es la mansión de la paz y del descanso. Todo estaba en calma y solo se oía el murmullo de las aguas que parecían repetir al oído del viajero detenido en sus orillas: Acércate a tomar tú parte de los beneficios de la naturaleza , y quejarse de que fuese inútil esta invitación. Esta escena hubiera sugerido a una alma contemplativa mil reflexiones deliciosas; pero ¿cómo podía lisonjear a Alejandro, enteramente ocupado en sus designios ambiciosos de conquista y cuyos oídos se habían acostumbrado al ruido de las armas y a los gemidos de los moribundos? Alejandro pasó adelante; pero obligado del cansancio y del hambre, tuvo pronto que detenerse. Sentóse a la orilla del arroyuelo y tomó algunos sorbos de agua, que le pareció muy fresca y de un gusto exquisito. Se hizo servir algunos peces salados de los cuales traían gran provisión y los sumergió en el agua para templar su excesiva acrimonia; mas ¿cuál fue su admiración al advertir que al sacarlos de ella esparcían una suave fragancia! Ciertamente, dijo, este arroyo afortunado y de tan raras virtudes debe venir de algún país rico y feliz. Vamos a buscarle. Subiendo por la margen del arroyo, llegó Alejandro a las puertas del paraíso, que estaban cerradas; llamó y con su desembarazo acostumbrado pidió entrada; pero una voz gritó desde dentro: Tú no puedes ser admitido aquí: esta es la puerta del Señor

Yo soy el señor, el señor de la tierra, replicó el impaciente monarca, soy Alejandro el conquistador: ¿que tardais en abrirme?

No, le respondieron: aquí no se conoce otro conquistador sino el que doma sus pasiones: solo los justo pueden entrar aquí

Alejandro trató en vano de forzar la entrada de la mansión de los bienaventurados y ni le sirvieron las amenazas, ni las súplicas, viendo que todo su empeño era inútil, se volvió al guarda del paraíso, y le dijo: Tú sabes que yo soy un gran rey, que ha recibido homenaje de todas las naciones; si no me permites entrar, dame a lo menos alguna cosa que muestre con admiración al mundo que yo he llegado a este lugar, que no ha hollado ningún mortal antes que yo.

Ahí tienes, hombre insensato, repuso el guarda del paraíso, ahí tienes con qué sanar los males de tu alma. Una mirada a ese objeto puede darte mas sabiduría que la que has recibido hasta ahora de tus antiguos maestros. Ahora sigue tu camino.

Alejandro tomó con ansia lo que le daba dicho guarda y se volvió a su tienda; pero ¡cuál se quedó, cuando al observar el regalo, vio que este no era mas que un pedazo de calavera! ¿es este, exclamó, el regalo precioso que se hace a los reyes y a los héroes? ¿Es este el fruto de tantos trabajos, peligros y cuidados? Lleno de cólera y engañado en sus esperanzas arrojó lejos de sí aquel miserable resto de un mortal.

Pero un sabio que se hallaba presente, le dijo: Gran rey, no desprecies ese don: por poco agradable que te parezca, posee virtudes extraordinarias, como puedes convencerte si tratas de eauilibrarle con un pedazo igual de oro o de plata. Alejandro mandó que se hiciera la prueba: se trajo un peso; colocóse la reliquia en un platillo y un pedazo igual de oro en el otro. Mas con admiración de todos el hueso pesó mas, y haciéndose el experimento con otros metales, siempre fueron estos más ligeros, y cuanto más oro se ponía en el platillo, máss subía éste.

Es muy extraño, dijo Alejandro, que tan pequeña porción de materia pese mas que tanto oro. ¿No hay ningún contrapeso que pueda establecer el equilibrio?

Si hay, respondió el sabio: muy poco se necesita para eso; y tomando un poco de tierra, cubrió con ella el hueso, el que se elevó al punto en su platillo.

Esto es extraordinario, exclamó Alejandro: ¿No podríais explicarme semejante fenómeno?

Gran rey, replicó el sabio, este fragmento de hueso es el que contiene el ojo humano, el cual aunque limitado en volumen, es ilimitado en sus deseos: cuanto mas tiene, mas quiere; ni el oro, ni la plata, ni todas las riquezas de este mundo pueden satisfacerle. Mas cuando una vez desciende a la tumba y queda cubierto de tierra, entonces tiene un limite su ambición.

Creemos que esta fábula parecerá preferible a ciertos extractos más serios, por ejemplo a los infinitos pormenores que han hecho decir a un docto que para ser carnicero según el Talmud, se debería sufrir un examen más complicado que el que se exige para ser doctor en teología. Los primeros doctores rabinos son santos de! Oriente, cuna de las fábulas. Uno hubo, cuyos viajes se parecen mas a los de Simbad el marino, que a ninguna de las devotas peregrinaciones de la leyenda. Éste fue el famoso Raba barbar Channa, el cual vio un día que un pez arrojado por el mar a la costa destruyó con su caída sesenta ciudades, y que otras sesenta se alimentaron con su carne, quedando todavía tanta, que otras sesenta pudieron hacer provisiones de salazones, y en fin, al volver a pasar por aquel sitio en el año inmediato, encontró que las sesenta ciudades arruinadas se habían reedificado con los huesos del pez. Otra vez este ilustre viajero desembarcó en el lomo de un monstruo marino que estaba cubierto de tierra y de una rica vegetación: Chana creyéndose sobre una isla, encendió fuego y se puso a cocer sus provisiones; resentido con esto el pez, se movió, y el viajero apenas tuvo tiempo de escaparse. En otra ocasión vio. una rana tan grande como la población de Akra que tiene sesenta casas; una serpiente se tragó a dicha rana, y después apareció un cuervo que devoró a la serpiente, y para digerirla se colocó sobre un árbol, cuyas dimensiones no nos da el rabino por desgracia.

Credat Judœus, gritareis con Horacio. Pero aunque contenga el Talmud tantos errores y delirios, según confiesan los más sabios doctores, seria de desear por el interés de la ciencia que algún erudito hiciese su análisis filosófico, explicase su espíritu, manifestase los motivos que para hacer esta compilación tuvieron sus autores, bajo qué influencias la hicieron y el efecto que produjo este código sobre las costumbres y opiniones del pueblo para quien se escribió.

Es más fácil despreciar que examinar. Sin embargo, todos saben que el desprecio nunca ha producido cosa buena.

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(1) Otros escriben Mañaser, Moñed; y en efecto el sonido de la hebrea participa del de la ñ española.

(2) Lib III, cap. XVIII.

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